miércoles, 19 de mayo de 2010

De la medicalización(,) de la mujer y de otras cosas del meter

(perdonen el ladrillo, te rogamos, óyenos. artículo publicado en el fanzine Buenos Días, de zara-gotham)



(Medicalización, dícese del proceso por el que eventos y características de la vida cotidiana se convierten en problemas médicos, y por lo tanto son estudiados y tratados por médicos y otros profesionales de la salud. El proceso de medicalización normalmente conlleva cambios en las actitudes sociales y terminología, y suele estar acompañado o conducido por la disponibilidad de nuevos tratamientos. El proceso ha sido criticado como promoción de enfermedades. Wikipedia, eterna (corna)musa.)

Les propongo un ejercicio. Pasen por cualquier librería de varias plantas y/o directorio extenso, y diríjanse a la sección ensayos. Busquen el estante “mujer”. Lean los títulos que allí se encuentren (probablemente con portadas coloridas). Acuérdense de no morir de aburrimiento cuando vayan por el quinto. Famosas enarbolando una coqueta conciliación, ex-ministras que hacen caja por sus memorias, alegatos a medio camino entre la revisión ñoña e instrucciones para maquillarse “de diario” y quizá (con mucha suerte) alguna eminencia de la medicina forense soltando verdades como puños, eclipsada por los resultados de tanto estudio de marketing editorial (aquí podría extenderme acerca de la mercantilización de la cultura, pero me han pedido que hable de otro pasillo del Carrefour {1}, y soy abnegada y obediente).

Si abren cualquiera de esos libros (descontando las honrosísimas excepciones {2}) encontrarán una liquidación de tópicos, auto y heterojustificaciones interminables, auto y heteropuñaladas al movimiento feminista y una continua desmarcación del resto de gente que habla de “mujeres”. Encontrarán, de facto, la palabra “mujer” tan repetida que desdibuje su significado hasta simplemente dejar un regusto acre y vacío en la boca. [Como beber a morro de un tetrabrick de leche a punto de pasarse en el cual alguien haya echado unas lonchas de jamón serrano reseco (en serio, pruébenlo. Repitan “mujer-mujer-mujer-mujer-mujer-mujer” muchas veces ¿ven como sí?)].

De modo que aunque uno lea de primeras el tema, el sesudo y enjundioso contenido de algo llamado “medicalización de la mujer” puede irse intuyendo si, como dijo jack, vamos por partes:
- medicalización: dícese del acojonar a la población convirtiendo sus problemas-otros en problemas que debemos resolverles nosotros con una de nuestras pócimas mágicas (aka fármaco), que lejos de resolver el problema, crean otros nuevos, engrosando los bolsillos ajenos en una Buckler sin fin {3}.
- “de la mujer”, dícese del metasufijo que convierte casi cualquier tema en un pestiño.

¿y esto qué hostias tiene que ver con lo anterior? Pues quizá más de lo aparente. Re-centrémonos. Hablamos de medicalización de la mujer cuando a una empresa, acuciada porque sus competidoras han encontrado una veta nueva y ella está estancada en las mismas ganancias de chopocientos millones del año anterior, decide convencer a una generación de mujeres de que es preciso consumir equis producto, para que se lancen en barrena a comprarlo. Sólo que en vez de apoyarse en las pestañas postizas de la actriz de moda, revisten su campaña promocional de aspecto sanitario y lenguaje pseudocientífico. En vez de rimmel, venden fármacos, o vacunas cuya efectividad {4} no ha sido demostrada. Pensarán en este momento que vaya forma de mezclar churras con merinas. Como no me gusta discutir unilateralmente, les emplazo a leer datos sobre la fantabulosa vacuna del papilomavirus. Una vez hayan leído datos, e independientemente de su opinión acerca de la idoneidad o no de su inclusión en el calendario vacunal, les ruego que se dediquen a analizar la publicidad (pagada por todos, para beneficio de empresas {5}) al respecto. Sean pro-aplicación o pro-moratoria, les recomiendo que lo hagan flanqueados por sendas palanganas.
Por supuesto, no siempre hablamos de iniciativas empresariales. Queridas, si alguna de ustedes leyó revistas “para chicas” durante los noventa (yo estuve allí (nota mental, hacer un grupo de facebook)) quizá recuerde los insistentes consejos acerca de “chicas, no olvidéis acudir a la revisión anual en el ginecólogo, necesaria en toda mujer”. La Medicina basada en pruebas (MBE) sólo respalda el cribado de VPH y las mamografías, con una periodicidad concreta (aumentarla las devuelve a la categoría de error) y en unos grupos de edad concretos. Pero a las clínicas privadas (que crecían como champiñones en esa época) la MBE no les hace caja, y el terror poblacional {6} sí. ¿Y para qué limitarse a enviar folletos cuando puedes conseguirte publicidad encubierta y hasta involuntaria? ¿Qué carajo importa que se malgaste en medidas inútiles (pero con muy buena prensa) un dinero que ya no podrá usarse {7} para, sin ir más lejos, encontrar mejores tratamientos para esas patologías con las que se mete miedo a la población que no va a tenerlas, que sin embargo será la que genere beneficios a los bolsillos privados implicados en este asunto?

Llegado este punto, y huyendo de conspiranoias que ven ánimo de lucro por doquier (créanme, me cuesta, pero lo haré por ustedes), cualquiera persona cabal me dirá que siendo la medicina una ciencia empírica es lógico, esperable y hasta sano que los criterios vayan cambiando a lo largo del tiempo puesto que al fin y al cabo la medicina es sólo una digievolución del ensayo-error. [Al fin y al cabo, Egas Moniz tenía su mejor intención cuando probó a quitar el trozo de cerebro que enfermaba a sus pacientes a ver qué pasaba; su hipótesis partía de una base congruente, y fue su sobreutilización y la perversión de sus criterios lo que convirtió las lobotomías una de las vergüenzas de la ciencia contemporánea, no el proceso en sí (que, de facto, y contra lo que la mayoría de los detractores-desgarra-vestiduras {8} creen, se sigue utilizando, con limitadísimas indicaciones, sí, pero en las cuales es irremplazable). El problema ni entonces ni ahora era el proceso terapéutico en sí, sino, insisto, su utilización perversa].

Serían comprensibles y perdonables entonces pifias como la anunciación de la Terapia Hormonal Sustitutiva como el tratamiento que haría feliz a la humanidad, el fomento de la autoexploración mamaria antes de que la experiencia nos demostrara que no funciona, las ecografías periódicas no indicadas, etc. Cagadas propias de la propia naturaleza de esta ciencia. Bien, ¿no? Já.

Permítanme un inciso, la cuestión es que aquellos que os aferréis fervorosamente a la MBE por ser lo único realmente consistente, encontraréis un detalle que os hará ladear la cabeza: ser mujer es factor de riesgo independiente para sufrir iatrogenia (iatrogenia, dícese del término técnico para “fue peor el remedio que la enfermedad”). Y entonces uno se plantea si estas dos cosas tan aparentemente separadas no tendrán más que ver de lo que parece. Si las reiterativas pifias científicas y el lugar precocinado de la mujer (otrora inferior per se, a día de hoy rechazado por aburrido, cansino, sobreestimado, exageradamente-chillado-por-esas-feminazis-recalcitrantes; en el futuro rechazado por vaya-usted-a-saber-qué (se admiten apuestas)) se retroalimentarán. Si el habitual paternalismo médico no se exacerbará en el caso de las mujeres porque el paternalismo general hacia las mujeres sigue tan flagrante como siempre, y sólo se ha sabido esconder de modo que lo menospreciemos hasta dejarlo trabajar en paz (y sí, eso nos incluye a ti ya mí, querido lector). Si el empeño en medir, calibrar y supervisar más allá de lo razonable {9} el natural desarrollo de la biología reproductiva femenina no se basará mucho más en el rechazo milenario a esa biologia (a la impureza durante el periodo menstrual o el puerperio, la invisibilidad tras la menopausia, etc) que en un afán de prevenir muerte y enfermedad.


Y a mi modo de ver, lo más grave: somos incapaces de ver solitos nuestro encarnizamiento selectivo y sólo apenas conseguimos desbrozarlo en algunos casos, (necesitando apoyarnos en doscientos años de movimiento social y matraca de pensamiento feminista para que se nos ocurra buscar si en efecto es factor de riesgo independiente); ¿cuántas aberraciones selectivas estaremos cometiendo en base a criterios que ni siquiera imaginamos?

Largo camino le queda a la prevención cuaternaria {10} y la única arma de la que podemos fiarnos, la MBE, no hace mucho más allá que confirmarnos que lo que tocan nuestras yemas es real, sin desvelarnos aquello que vemos a dos palmos y mucho menos darnos una visión de campo. Sea quizá más allá de la medicina donde debamos buscar nuestras propias lagunas, con la esperanza de, por desgracia, encontrarlas reproducidas fielmente en nuestro quehacer científico. En fin, ustedes sabrán. Yo desde luego, no.




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{1} Técnicamente la referencia adecuada sería Wal-mart por aquello de la walmartización, pero a una le puede el gen castizo. Máxime si lo castizo en este caso corresponde a una invasión francesa, remedando los errores de 1814.

{2} Si quieren eludir el bavardeo rosita y leer algo exento de polleces, prueben con Miguel Lorente, o a Virginie Despentes. Aprovecho para saludar a mi mamá, que me estará leyendo (observen el desesperado intento de jovializar el tono, para que obvien mi habitual suficiencia y le den una oportunidad a mis recomendados).

{3} Lo siento, no he podido evitarlo.

{4} Recuerden: eficacía si funciona en teoría, efectividad si funciona de verdad, eficiente si le gusta al gerente.

{5} Pero qué les voy a contar a estas alturas, habitantes de 2010, de nacionalizar pérdidas y privatizar beneficios que ustedes ya no sepan.

{6} Me dirán, si es que les quedan ganas tras mi perorata, que terror poblacional sea quizá un término exagerado. Les animo entonces a husmear en su alrededor, especialmente en sus prácticas, cuán lesiva puede llegar a ser la cancerofobia, cuántos diagnósticos puede llegar a entorpecer (ora por sobreutilización de servicios, ora por pánico a acudir a un médico ante signos claros), y cómo nosotros la alentamos alegremente (por ejemplo insistiendo a estas alturas de la película en promover enérgicamente actividades como la autoexploración mamaria que, no sólo no sirve para nada, sino que es perjudicial).

{7} Uno de los conceptos clave de todo esto: el coste oportunidad. Aquello que pierdes cada vez que decides gastar en algo determinado. Paradójicamente la idea que se le hace llegar a la población es justo la contraria, entre que el dinero se gaste en esta medida de efectividad no demostrada y nada, mejor la de efectividad no demostrada. Pero la gran mentira tras ese “y nada” es carne de otro artículo.

{8} Dícese del sector poblacional que decide despotricar acerca de medidas médicas o quirúrgicas en base al nombre que tienen, desconociendo su función, las bases de su mecanismo y sobre todo, si hay evidencia científica de su buen funcionamiento o no. Ejemplo perfecto, la TEC (terapia electroconvulsiva).

{9} Puedo hablarles de un Científico que combina a iguales partes Conocimiento y Contestatarismo que apuesta personalmente porque de aquí a diez años habremos de ver a las niñas desfilando por consultas de menarquia. No seré yo la que se atreva a contra-apostar. (Y sí, el nombre del sabio contestatario empieza por G y rima con hierbas.)

{10} De las prevenciones: primaria la que evita un suceso antes de que se produzca, secundaria la que trata de frenarlo mientras se produce, terciaria la que trata de paliar las consecuencias del suceso una vez producido, cuaternaria la que trata de evitar que en nuestro afán preventivo hagamos más mal que bien. (Apunte extra, aún hay una más, la prevención primordial, aquella que trata de evitar que en determinado lugar se instauren las condiciones que posteriormente podrían desembocar en sucesos adversos).

1 comentario:

  1. y aquí para saber más de lo que el misterioso sabio contestatario que empieza por G y rima con hierbas (pártome, Adrastea_Quiesce, pártome...) defiende, y merece la pena:

    http://www.equipocesca.org/

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