La Industria Farmacéutica es una de las industrias más lucrativas del mundo. Entre ellas destacamos las “Big pharma” como las más de 30 empresas con un excedente de 3 mil millones de dólares anuales y/o gastos en Investigación y Desarrollo superiores a los 500 millones de dólares por año. Esta riqueza farmacológica es predominantemente anglosajona y se extiende a los países miembros del G-10.
Las diferentes compañías farmacéuticas participan tanto en la investigación como en la producción, distribución y promoción de medicamentos. Sin embargo, invierten proporciones muy diferentes de su capital en cada una estas tareas: de la totalidad (100%), un 14% es destinado a la investigación y desarrollo de medicamentos (I+D), un 38% a la distribución de los mismos, un 31% al marketing y el 17% restante, es el correspondiente al beneficio neto.
Source: Public Citizen Analysis, 2003
Marketing Farmaceútico
Por una parte, identificamos la publicidad de medicamentos dirigida a los profesionales sanitarios. Gran parte de esta promoción se realiza a través de los visitadores médicos, quienes mantienen un contacto directo con el profesional sanitario, y mediante la financiación de material de trabajo, conferencias e incluso publicaciones. Según un reciente estudio, el 75% de los trabajos de revistas de mayor prestigio (Jama, Lancet, New England Journal of Medicina, BMJ…) son financiados por la industria.
La formación profesional ha sido desatendida por la administración pública e invadida por la industria farmacéutica, quien financia el 90% de la formación médica continuada. Ello genera una cultura de patrocinio que afecta a la autonomía profesional y a la racionalidad de la prescripción, aumentando el gasto farmacéutico y el coste total del sistema sanitario.
Una segunda estrategia de marketing se ve entremezclada con las asociaciones de pacientes, quienes con frecuencia mantienen vínculos económicos con la Industria. Las compañías farmacéuticas financian sus órganos de difusión, actividades, reuniones y sus consejos médicos y se convierten en la principal fuente de “información” de estos pacientes.
Por último, reconocemos la publicidad directa al consumidor (PDC) de medicamentos que necesitan receta, que permite la promoción de medicamentos directa al paciente. Hasta el momento, dicha publicidad está permitida exclusivamente en Nueva Zelanda y EEUU y en ambos países ha demostrado tener efectos perjudiciales sobre la salud. Según un estudio reciente publicado por la FDA, la PDC induce cambios en la relación médico-paciente, un mayor e innecesario consumo de medicamentos y el aumento del gasto sanitario.
En la actualidad, la Industria Farmacéutica pretende un cambio en la legislación que le permita dirigir estas campañas de marketing en Europa. Para ello, busca el apoyo de la Comisión Europea y alega al “derecho fundamental de los pacientes a la información”.
Investigación y desarrollo de medicamentos
El alto coste de los ensayos clínicos hace que la Industria Farmacéutica y grupos con potenciales conflictos de intereses financien la mayor parte de la Investigación y Desarrollo de nuevos medicamentos.
Sin embargo, la I+D supone una pequeña parcela del gasto total de la Industria Farmacéutica y no siempre responde a las necesidades reales de la población general ni a las enfermedades más graves y prevalentes. La industria centra su mercado en una minoría de la población mundial, que corresponde a la de mayor poder adquisitivo. Aproximadamente el 90% de la producción total de medicamentos es consumido por el 10% de la población del mundo, mientras que, conjuntamente EU, la Unión Europea y Japón consumen casi el 90% de los medicamentos globales
Gran parte de estos nuevos medicamentos van destinados al tratamiento de problemas no médicos como la menopausia, alopecia… que con frecuencia son diagnosticados y tratados en términos de enfermedad/trastorno.
Otro alto porcentaje de medicamentos son los denominados “me too” o “yo también”, que corresponden a variaciones farmacológicas menores de medicamentos ya existentes. Esta estrategia, permite a la industria farmacéutica vender fármacos a precios más elevados, ampliando el tiempo de las patentes y evitando nuevos y costosos ensayos clínicos. Del total de los medicamentos aprobados por la FDA, una minoría (25%) presenta mejoras terapéuticas reales e innovadoras, mientras que el 75% restante corresponde a medicamentos “me too”.
Por el contrario, solo el 1% de la investigación farmacéutica se destina a las enfermedades de los países empobrecidos. Muchas enfermedades han sido “olvidadas” por la comunidad internacional, pues a pesar de afectar a millones de personas no se investigan soluciones médicas para las mismas.
A su vez, el derecho de propiedad intelectual y las leyes de comercio internacional dificultan el acceso a medicamentos básicos en los países en vías de desarrollo. Las patentes actuales permiten al poseedor la fabricación, importación y venta exclusiva del medicamento durante 20 años, encareciendo el precio de los medicamentos e impidiendo su acceso a las personas menos favorecidas económicamente.
Por último, gran parte de los ensayos clínicos se llevan a cabo en países empobrecidos, donde la investigación es más cómoda, rentable y menos transparente. La ausencia de participación voluntaria y consentimiento informado y las pruebas con medicamentos experimentales que no han probado completa seguridad en humanos son algunos de los ejemplos más alarmantes. Las organizaciones involucradas en los ensayos clínicos no éticos incluyen desde compañías locales relativamente desconocidas a grandes corporaciones multinacionales.
Esta situación veta el derecho a la salud a millones de personas y se ha convertido en una grave amenaza para la Salud Pública. Desde farmacríticxs, queremos expresar nuestra preocupación, promover la ética y la transparencia en las relaciones con la Industria Farmacéutica y luchar por una realidad diferente y justa.
Sara Calderón Larrañaga
Farmacríticxs Zaragoza
ya os tenemos linkadas...
ResponderEliminarbuen arranque vive dios!